Análisis del papel de la motivación y la práctica
Desarrollo de la competencia
La idea de que el talento en un campo de estudio o actividad es el principal determinante de los logros actuales y futuros, la corriente principal de investigación sobre la competencia experta (Ericsson y Charness, 1994; Ericsson, Krampe y Tesch-Römer, 1993; Ericsson, 1999) considera que son los factores no-intelectuales, como el temperamento, la motivación, y sobre todo la práctica, los factores responsables de la adquisición de la competencia.
Desde los estudios de Chase y Simon (1973) en los que se estimó un tiempo teórico de 10 años para llegar a ser un experto en el juego del ajedrez, se ha ido consolidando la denominada regla de los 10 años.
Ericsson, Krampe y Tesch-Römer (1993) revisan varios estudios realizados en dominios diferentes, como la música, el ajedrez, la literatura, las matemáticas, y los deportes como la natación, el tenis y las carreras de larga distancia, en los que se mantiene este periodo de tiempo como espacio temporal necesario de formación y práctica en un dominio particular, antes de que una persona pueda ser considerada como experto. Así por ejemplo, en el campo de la literatura y la ciencia, Ericsson, Krampe y Tesch-Römer (1993) encuentran que son necesarios largos periodos de preparación para ser considerados como escritores o científicos. La edad promedio en que los científicos publican su primer trabajo es de 25 años, y la edad en que los mismos individuos producen su contribución más importante es de 35 años. Esto es, por término medio, pasan 10 años entre el primer trabajo y su trabajo más relevante.
Experto
Patel y Groen (1991) hallan evidencia de que se necesitan 10 años o incluso más para ser considerado experto en el campo de la medicina.
Todos estos hallazgos son consistentes con la idea de que son necesarias la motivación y la perseverancia para obtener una realización superior en un dominio de estudio o actividad profesional determinado.
Uno de los estudios empíricos más exhaustivos sobre el papel de la práctica en la vida diaria de los expertos, es el que realizaron Ericsson, Krampe y Tesch-Römer (1993) con expertos en el campo de la música de violín. Los autores partieron de las hipótesis de que, primero, la cantidad de práctica realizada anteriormente está directamente relacionada con la ejecución actual de los individuos; y, segundo, la práctica comienza con un nivel bajo y aumenta lentamente con el tiempo. Además, se predijo que los niveles más altos de ejecución estarían asociados con una mayor cantidad de práctica en la actualidad y que esta práctica sería diaria, con periodos de descanso entre los periodos de práctica.
Para estudiar individuos que habían completado el periodo típico de preparación de 10 años y se dedicaban a la música como profesión, los autores contactaron con la Academia de Música de Berlín Oeste y con la Orquesta Filarmónica de Berlín. Los 40 participantes en el estudio se dividieron en tres categorías, estudiantes aventajados de violín, estudiantes medianos -futuros profesores de música-, y miembros profesionales de la Orquesta Filarmónica. Los grupos se establecieron considerando diferentes grados de expertez, los miembros de la Filarmónica, los estudiantes aventajados y los estudiantes medianos, en este orden.
Información
La información sobre los niveles de práctica actual se obtuvo mediante diarios. Se coleccionaron diarios detallados de cada uno de los participantes en los que se podía valorar la duración y regularidad de los diferentes tipos de actividades, en particular aquellas actividades relativas a la práctica. Para asegurar la validez de los protocolos verbales recogidos en los diarios se instruyó a los participantes a que anotaran todas las actividades que realizaban en el momento en que estas tenían lugar. En los diarios también se recogían todas las demás actividades generales, como comida, sueño, ocio, etc., que formaban parte de la vida diaria de los expertos. Por tanto, en el diario se recogieron actividades musicales y actividades diarias. Los diarios consistían en un cuaderno con varias hojas, una por día, durante los 7 días que duró el estudio, en las que había predeterminadas 10 categorías de actividades diarias y 12 categorías de actividades musicales. Los participantes tenían que señalar si realizaban o no cada actividad y el tiempo estimado de duración.
Además se requería de los participantes que evaluaran tres aspectos de la práctica realizada, la relevancia de la actividad para mejorar la ejecución, el esfuerzo requerido para realizar la actividad, y lo placentero de la actividad. Junto al empleo de los diarios se realizaron entrevistas detalladas a cada uno de los participantes, en las que se recogieron datos biográficos y sobre la práctica previa.
Los resultados relativos a la información biográfica no mostraron diferencias sistemáticas entre los tres grupos, en cuanto a la edad de comienzo de la práctica (7.9 años) y del comienzo de las lecciones de violín. La edad en que decidieron dedicarse a la música fue los 14.9 años.
El análisis de las evaluaciones sobre la relevancia, el esfuerzo y lo placenteras que eran las 22 actividades propuestas, las 12 específicas de música y las 10 actividades diarias, no reveló diferencias entre los tres grupos, por lo que se utilizó la puntuación media de todos los participantes en el estudio. A continuación, se comparó para cada tipo de evaluación, relevancia, esfuerzo y disfrute, la media de todas las actividades con la evaluación media de cada actividad. Los participantes valoraron 7 de las 12 actividades propuestas de música como más relevantes que la media. Los violinistas valoraron la .práctica en solitario como la actividad más relevante. En contraste, el .tocar sólo por diversión. recibió unas de las puntuaciones más bajas en relevancia. La asistencia a las clases se consideró como la segunda actividad más relevante. De las 10 actividades cotidianas, únicamente el sueño se valoró como más relevante que la media de las demás actividades. En suma, los tres grupos tuvieron la misma concepción de la relevancia de las diferentes actividades propuestas para mejorar la ejecución en el violín, y los tres evaluaron de manera similar el disfrute y el esfuerzo asociado con las diferentes actividades.
A partir de los diarios se obtuvo el tiempo total que cada violinista dedicó durante la semana a cada una de las actividades. En el caso del tiempo dedicado a cada actividad sí se observaron diferencias significativas entre grupos, así, la práctica en solitario ocupó una media de 3.5 horas por día en el caso de los profesionales y los mejores estudiantes, mientras que los estudiantes medianos dedicaron sólo 1.3 horas al día, incluyendo el fin de semana.
Actividades diarias
En cuanto a las actividades diarias, aparecieron diferencias significativas en el total de horas de sueño. Los dos mejores grupos, estudiantes aventajados y profesionales, durmieron un total de 60 horas a la semana (8.6 horas al día) mientras que los otros estudiantes -futuros profesores de música-, durmieron 54.6 horas a la semana (7.8 horas al día). Además, los dos mejores grupos durmieron más .la siesta. después del medio día que el resto. Esto, según los autores, es debido a la necesidad de los mejores músicos de recuperarse de las actividades que requerían esfuerzo como la práctica.
Por otra parte, el tiempo dedicado cada día a las actividades de ocio, fue considerablemente menor en los mejores violinistas (3.5 horas) que en los buenos estudiantes (4.7 horas), y en ambos casos menor que la media de la población general. Los mejores violinistas dedicaron menos tiempo al ocio a pesar de que los participantes en su conjunto juzgaron que el ocio era la actividad más placentera.
Una vez que los participantes dieron también una estimación del número de horas que practicaron al día desde que comenzaron el estudio y la práctica sistemática del violín, se calcularon las horas de práctica acumulada en función de la edad (años) de los violinistas. Encontrándose que hubo una completa correspondencia entre la cantidad de práctica acumulada y el nivel de pericia alcanzado por los músicos profesionales, los mejores violinistas y los buenos violinistas, aspirantes a profesores.
En un segundo estudio, Ericsson, Krampe y Tesch-Römer (1993) se propusieron extender los resultados encontrados con los violinistas a otro dominio de expertez, el piano. Se comparó un grupo de pianistas jóvenes expertos, con un grupo de amateurs, 12 individuos en cada uno de los grupos. Los participantes en este segundo estudio realizaron las mismas tareas que en el estudio anterior, pero además se incluyó la realización de pruebas psicomotrices complejas relacionadas con la motricidad fina, una prueba de tiempo de reacción y el subtest de sustitución de dígitos del WAIS.
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