3.Utiliza lo mejor al principio.
Al iniciar la intervención, en los primeros segundos, uno se “juega” el conseguir o no la atención de la audiencia, por lo que es necesario preparar muy bien las primeras palabras y ensayarlas hasta la saciedad. Es importantísimo. Aunque el resto de la conferencia la lleve menos ensayada, porque, como dice Groucho Marx: “Nunca tendrás una segunda oportunidad de causar una primera buena impresión”
Según entras en la sala, las personas van a tener una “primera impresión”; abres la boca por primera vez, saludas y comienzas, y la audiencia ya tiene una predisposición determinada que produce por la combinación de esos dos “encuentros”: el físico y el verbal. Si consigues atraparlos y no soltarlos hasta que concluyas, el éxito está garantizado.
En algunas de mis clases de oratoria suelo hacer un experimento: entro en el aula y sin decir palabra les pido a los alumnos que apunten dos o tres adjetivos que han pensado al verme. Luego les cuento mi historia: cómo dejé el trabajo por cuenta ajena para dedicarme a escribir, etc. (al final del libro tienes una pequeña biografía) y les pido que vuelvan a anotar lo que opinan. Curiosamente muchos de las características que dicen coinciden antes y después. Su intuición no suele fallar.
Por eso, vístete muy cómodo, que tu ropa te ayude a sentirte bien, aunque no sea tan elegante y nunca olvides lo siguiente:
>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>
Entra en la sala y comienza de forma positiva y entusiasta, ya que el público se contagia de nuestras emociones y tú mismo también.
>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>
Aunque al principio estés algo nervioso (más adelante veremos cómo evitarlo), los nervios o tienen nada que ver con el positivismo y el entusiasmo y una gran
sonrisa se suele ganar el corazón de la audiencia.
Si no te han presentado puedes buscar una anécdota de tu carrera profesional que te sirva para darle color a tu inicio, además resulta cercano. En mi caso suelo contar una anécdota sobre cómo me decidí a escribir (la tienes aquí) ya que a las personas les resulta peculiar.
Una vez que has sonreído y te han (o te has) presentado, inicia con algo llamativo o especial.
Como has visto, Randy nos suelta una bomba nada más comenzar su charla: se está muriendo, y eso hace que inmediatamente atrape nuestra atención. Pero él no se queda solo ahí: como analizaremos más adelante, es como si nos cogiera de los pelos y nos arrastrara detrás de sus palabras hasta el final.
En nuestras presentaciones, es probable que no dispongamos de una “bomba” como la que desgraciadamente tenía Randy, pero sí podemos utilizar diferentes mecanismos que nos pueden ayudar:
- Una pequeña broma. Tiene que estar muy bien ensayada y su eficacia (es decir, que produzca risa o al menos una sonrisa) probada con varias personas antes de utilizarla. Se la podemos tomar prestada a algún buen cómico.
- Una cita de alguien de reconocido prestigio.
- Una tesis sorprendente, incluso “lunática”, aunque luego digamos que vamos a demostrar todo lo contrario.
Si nos cuestan mucho los arranques o estamos muy nerviosos, podemos
utilizar:
- Un vídeo de un minuto o minuto y medio para empezar, pero que no sea más largo ya que le quita protagonismo al conferenciante.
- Una frase nuestra o una simple presentación con algún toque original.
Como ves, hay muchos mecanismos para enganchar a la audiencia desde el primer minuto,
En otro apartado hablaremos del broche final, que es como cerrar el signo de exclamación que hemos abierto con este principio.
4.¿Nervioso yo? ¡Ni hablar!
Como escribía en uno de mis posts en www.nataliagomez.es, hay herramientas sencillas para evitar los nervios cuando uno va a hablar en público, ya sea en una ponencia, en una presentación, en la comunidad de vecinos, en una reunión o en una boda.
- Piensa: ¿A qué le tienes miedo? ¿A hacer el ridículo, a que se rían de ti, a tartamudear, a perder prestigio profesional? Son cosas que nunca pasan. ¿A cuántas personas conoces a las que hayan despedido de su empresa, o las hayan dejado de hablar, por hacer una buena exposición? Si tu miedo es a quedarte en blanco, lleva notas, si es a que no te funcionen los medios audiovisuales, lleva un plan b, es decir, si se trata de cosas que realmente pueden pasar, toma las medidas necesarias para reducir esa posibilidad al mínimo.
- Como dijimos en el apartado anterior, si te ganas a la audiencia con una buena introducción, tienes mucho camino hecho para sentirte más seguro. Si te da un ataque de pánico en medio de la exposición, respira, mira tus notas, bebe agua y sonríe. Luego retoma tu charla a un ritmo lento. Verás como en seguida todo vuelve a fluir.
- No se te ocurra jamás decir frases del tipo: “Ay qué nervioso estoy” (ni siquiera cuando llames a la radio) o “Me he perdido” o “Me he equivocado”. ¡No! Si te pierdes, te equivocas o estás nervioso, te lo callas, es muy probable que un porcentaje altísimo de la audiencia no se haya dado ni cuenta, ¡no se lo hagas notar tú!
- Y por la misma razón, a mis alumnos de El arte de hablar en público, tanto en la universidad como en las empresas, les digo siempre que lleven sus notas en una tarjeta, nunca en un folio, porque si estás nervioso y te tiemblan las manos, el folio multiplicará el movimiento y todo el mundo estará más pendiente de tus nervios que de lo que dices.
- La audiencia no suele notar los nervios del ponente, o los nota mucho menos que él mismo, por tanto: olvídate de ellos, haz como si no existieran. Parecerá una tontería pero es el mejor remedio contra los nervios. ¿Te tiembla la voz? Ni caso, ya se pasará. ¿También te tiemblan las manos? Las colocas un rato en la espalda y sigues como si nada. Piensa que no estás nervioso, solo estás PREPARADO, con la adrenalina suficiente para que salga todo rodado.
- Y pase lo que pase, ¡sonríe! En este aspecto, Randy, lógicamente, no nos sirve de ejemplo. Es difícil sonreír en su situación, aún así lo logra en muchas ocasiones, pero en tu caso, piensa que la gente está ahí porque le interesa el tema, por lo que, aunque estés algo nervioso no les va a importar si lo que dices es interesante, así que por favor ¡sonríe! Somos mucho más benevolentes con una persona que sonríe.
- Y por último: cuanto mejor te lo sepas, menos nervios tendrás. Es lo que veremos en el siguiente apartado.
5.Prepara tu presentación a conciencia.
Como dijo Mark Twain: “lleva tres semanas preparar un buen discurso improvisado”.
Cuánto mejor lleves preparada tu conferencia, menos nervioso y más seguro te sentirás, tendrás más capacidad de improvisar si crees que es lo mejor y te resultará más fácil obtener los resultados deseados.
Randy no duda ni un segundo: ha preparado su charla a fondo y las fotos le sirven de guión para no perderse ni dejarse nada. Es una muy buena táctica.
Si, por lo que sea, no puedes utilizar el material de apoyo como guía, prepara unas tarjetas con el esquema. No pasa nada por tenerlas en la mano y consultarlas de vez en cuando.
Además, ensaya varias veces tu presentación y visualízate exponiéndola y teniendo los resultados esperados. Está demostrado con deportistas que el “ensayo mental” tiene un efecto algo menor pero similar al “ensayo real”. Si además estás convencido de que vas a tener los resultados esperados, tus posibilidades de que sea así se incrementan considerablemente.
>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>
Si tú no crees en ti, difícilmente lo hará la audiencia.
>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>
Pero a veces no disponemos de tiempo para prepararnos porque nos piden que hablemos de repente en un acto social o en una reunión de trabajo.
En ese caso ¿Qué puedes hacer?
- Si te pones rojo, haz como si nada.
Es imposible disimularlo, así que tienes dos alternativas: o ignorar el hecho de que te has puesto como un tomate y pasar al punto 2 o hacer una broma sobre el tema, del tipo: “Vaya, mi sangre ha decidido subir toda a la cara. Démosle un poco de tiempo que en seguida volverá a su sitio…”
- Piensa que tienes mucha experiencia en improvisar discursos.
Nos pasamos todo el día improvisando (en realidad nuestra vida es pura improvisación), cada vez que saludamos o damos una opinión; cada cosa que decimos la estamos “fabricando” en el momento, por ello piensa que no es la primera vez que lo tienes que hacer, simplemente hay más gente delante.
- Gana tiempo para que tu subconsciente prepare el discurso.
¿Cómo? Reformulando la pregunta o repitiendo lo que te han pedido. Por ejemplo: “Me pedís que diga unas palabras en homenaje a nuestro amigo Fulanito que tengo aquí a mi lado”.
Sin que tú lo notes, en esos preciosos segundos, el patio trasero de tu cerebro habrá trabajado frenéticamente para encontrar alguna idea o anécdota que merezca la pena contar.
- Ordena tus ideas, aunque sea en voz alta.
Por ejemplo: “Voy a hablar de tres cosas.” Y las enumero.
– En caso de ser una reunión podrían ser:
La primera: lo que opino sobre el tema.
La segunda: por qué tengo esa opinión
La tercera: qué creo que deberíamos hacer.”
En caso de un acto social:
La primera: lo que nos une a Fulanito y a mi.
La segunda: la anécdota que compartimos y
La tercera… bueno, os dejo la incógnita para el final.”
En esta última situación la 3ª podría ser una llamada a la acción, como por ejemplo brindar o cantar todos una canción.
Además, piensa que de esta forma sigues ganando tiempo.
- Hazlo de forma concisa y fácil de entender.
Cuando uno dé su opinión o hable de lo que le une a Fulanito, no debería enrollarse mucho; es suficiente con dos o tres pinceladas sencillas y que no se presten a diferentes interpretaciones.
- Demuestra ese punto de vista
Para reforzar esa opinión la debería sustentar con datos, ejemplos de experiencias personales, anécdotas, estudios…
- Apoya tu discurso con el lenguaje no verbal adecuado y la mirada
Si estás contando una anécdota divertida acompáñala con una gran sonrisa, con gestos amplios o una pequeña escenificación. Además, intenta mirar a todos los asistentes para que tu mirada atrape su atención.
- Haz una llamada a la acción
Que todo el mundo sepa, claramente, lo que viene a continuación: que hable otra persona, un brindis, una canción o que se besen los novios. Si estás en el trabajo, esto último igual no queda muy bien.
Que todo ello no dure más de cinco minutos. Siempre es mejor pasarse de breve que de extenso.
En cualquier caso, piensa que no se hunde el mundo si no te sale todo lo bien que hubieras deseado. Es solo una más de todas las improvisaciones que hacemos a lo largo del día… aunque tenga muchos testigos.