PROTECCIÓN DEL MEDIOAMBIENTE. NORMAS LEGALES.
Los productos biocidas, ya sean desinfectantes, conservantes, productos para el control de plagas u otro tipo de biocidas, nos acompañan en nuestra vida cotidiana de una forma mucho más segura que décadas atrás.
A esta evolución han contribuido el descubrimiento de nuevas sustancias activas, el perfeccionamiento de las formulaciones y los equipos, la profesionalización del sector y también los cambios legislativos que regulan el uso y la comercialización de los biocidas.
Estos cambios legislativos y normativos, que en la actualidad se articulan dentro
del Reglamento (UE) Nº 528/2012, han establecido estrictos requisitos para la autorización de uso y comercialización de los biocidas, poniendo énfasis en la seguridad para la salud humana, animal y el medioambiente.
Pero ¿cómo se valora si un biocida es o no seguro?
Para hacerlo, se aplica una metodología de evaluación del riesgo para la autorización de cada producto específico y su uso previsto. Esta metodología, común para otros productos químicos, se basa en cuatro pasos.
El primero es la identificación de los peligros potenciales, para la salud o para el medioambiente, que el biocida es capaz de provocar intrínsecamente.
El segundo es la evaluación de la relación dosis (concentración)- respuesta (efecto). Esta se realiza mediante el uso de técnicas de ensayo en sistemas experimentales, para obtener una dosis en la que el producto no produce efectos adversos en los sistemas experimentales. A partir de ahí, se extrapola, para el ser humano o el medioambiente, el valor de la dosis máxima sin efecto adverso.
El tercero es la evaluación de la exposición, que consiste en determinar, en las condiciones reales de uso del producto, la cantidad de biocida que puede entrar en contacto con las personas o el medioambiente.
Y por último está la caracterización del riesgo, que es la estimación de la incidencia y severidad de los efectos adversos que se producen como consecuencia de la exposición al producto, y que incluye la probabilidad de que ocurran. En consecuencia, se decide si el riesgo es o no aceptable. En el caso de que un riesgo se considere inaceptable, se pueden proponer medidas de mitigación del riesgo, que permitan evaluarlo de nuevo tras realizar una nueva evaluación de la exposición al adoptarse dichas medidas, que pueden ser, por ejemplo, el uso de EPIs.
Evaluación de la exposición y del riesgo
La evaluación de la exposición, que es clave para conocer la cantidad de producto que habrá en el organismo para producir su efecto adverso, debe realizarse a partir de datos reales.
Es decir, debe definirse la concentración del producto que se manipula o aplica, la dosis, la frecuencia de uso, la vía por la que el biocida puede penetrar en el organismo, su capacidad para traspasar las barreras de éste, la superficie de contacto previsible en el peor de los casos realistas dentro de las indicaciones del producto y otros posibles factores a tener en cuenta, para alcanzar una medida cuantitativa de la exposición. El dato obtenido con este proceso se compara con la dosis en la que el producto no produce efecto, para decidir si la exposición evaluada es aceptable o no.
El elevado coste de los estudios de exposición, hacen que la adopción de modelos matemáticos sea la solución estándar en los expedientes de evaluación de biocidas. Con estos modelos matemáticos se simula un escenario real de manipulación, aplicación o liberación del producto, utilizando valores por defecto, que provienen de experiencias previas o de acuerdos tomados en el seno de grupos de trabajo especializados.
La evaluación del riesgo incluye también la valoración de la exposición secundaria, es decir, de terceras personas distintas de las que aplican el producto, o de organismos no diana.
La evaluación del riesgo llevada a cabo bajo los procedimientos europeos garantiza que un producto es eficaz y seguro únicamente en los escenarios evaluados, para los que el solicitante ha presentado datos suficientes. El uso de estos productos fuera de sus indicaciones puede poner en riesgo a los aplicadores, o a terceras personas que pueden entrar en contacto accidental con el biocida.
Riesgos para el medio ambiente.
El empleo masivo y descontrolado de biocidas químicos pone en riesgo al medio natural, porque pueden incorporarse en los eslabones de las cadenas alimentarias y alterar aspectos fundamentales de la vida (capacidad reproductiva, sistema nervioso, etc.), que a largo plazo producen graves modificaciones en los ecosistemas naturales.
Al realizar los tratamientos con productos químicos es primordial tomar medidas que contribuyan a disminuir el arrastre del producto aplicado, tanto por el viento como por la lluvia, así como utilizar dosis excesivas o controlar los residuos generados en los centros de limpieza y desinfección de vehículos de trasporte animal por carretera.
1.1-RIESGOS PARA LA FAUNA.
El Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC) de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) alerta sobre los casos de intoxicación intencionada y accidental en la fauna en diversas CCAA. Los tóxicos más frecuentemente detectados fueron los insecticidas anticolinesterásicos, los rodenticidas anticoagulantes, la estricnina y el arsénico, siendo las aves rapaces diurnas el grupo más afectado por las intoxicaciones.
Debido a sus condiciones de orografía, extensión y situación geográfica, España es un país con gran diversidad en flora y fauna. No obstante, una de las causas de mortalidad más preocupante, tanto de fauna silvestre como doméstica, son las intoxicaciones derivadas del uso de biocidas o plaguicidas, principalmente por abusos o utilización ilegal de cebos envenenados y ocasionalmente por accidentes tras un uso correcto de los productos.
El laboratorio de toxicología del IREC analizó, durante el período 2004-2010, un total de 1157 casos sospechosos de intoxicación de fauna silvestre y doméstica en el medio natural (1.800 animales y 340 cebos) procedentes de diversas Comunidades Autónomas españolas.
A raíz de este estudio, el grupo de Ecotoxicología del Instituto advierte de la necesidad de que, en futuras regulaciones de plaguicidas y biocidas, se debería tener en cuenta el riesgo del uso ilegal en la preparación de cebos envenenados que comporta la comercialización de formulados con una concentración alta de ingredientes activos de elevada toxicidad.
1.2-RIESGOS PARA EL SUELO.
El suelo es un compartimento esencial el cual soporta la producción primaria en los ecosistemas terrestres. Por lo tanto, la agricultura depende en gran medida de los recursos edáficos. El recurso suelo no es renovable, por lo que su conservación es un factor crítico para garantizar las demandas crecientes de alimentos en el mundo.
La gestión de los recursos del suelo necesita de programas que permitan desarrollar estrategias que integren aspectos medioambientales en las políticas con el fin de conseguir un desarrollo sostenible. Ello queda reflejado, a nivel europeo, con la propuesta de la Estrategia Europea de Conservación de Suelos que establece un conjunto de normativas europeas sobre conservación y uso sostenible de suelos, dejando a los Estados miembros de la Unión Europea flexibilidad para aplicar la estrategia de la manera que mejor se adapte a las condiciones locales.
Además, la Política Agraria Común (PAC), con sus medidas agroambientales, promueve prácticas de manejo sostenible de los suelos cultivados. También, la directiva 91/414/CEE, la cual regula un mercado europeo común para los productos fitosanitarios, ha permitido que los productos fitosanitarios jueguen un papel clave en la agricultura sostenible y que se establezcan criterios de seguridad ambiental elevados en Europa.
Actualmente la directiva 91/414/CEE está siendo revisada, así como los requisitos documentales que deben ser presentados para la evaluación del riesgo de sustancias activas de productos fitosanitarios, y los protocolos que describen el procedimiento a seguir en el proceso de evaluación. En concreto para los requerimientos ecotoxicológicos (Anejo II y III) el proceso de revisión comenzó en el año 2003 a petición la Comisión Europea.
1.3-RIESGOS PARA EL AGUA
Otro riesgo derivado de la utilización de biocidas es la contaminación del agua tanto superficial (ríos, embalses, lagos, etc.) como subterránea. Las primeras pueden contaminarse de forma directa por el uso de productos destinados a la higiene pública, como los empleados para eliminar larvas de mosquitos o de otros organismos perjudiciales, o por arrastre de biocidas con el agua de riego o de lluvia.
Por otra parte, los residuos de biocidas también pueden alcanzar las capas más profundas del suelo y de ahí pasar a los acuíferos, al ser arrastrados por el agua de infiltración.
1.4-RIESGOS PARA EL AIRE.
Los tratamientos con biocidas pueden contaminar el aire, poniendo en riesgo el medio ambiente que rodea a las zonas tratadas. Además, en condiciones de viento, las partículas suspendidas en el aire pueden desplazarse hacia otras zonas, incluso alejadas del área tratada.
Las condiciones climáticas en las que se realiza el tratamiento (velocidad y dirección del viento, temperatura, humedad, etc.) pueden determinar en gran medida la intensidad de contaminación aérea)
1.5-MEDIDAS PARA REDUCIR LOS RIESGOS.
El Real Decreto 1311/2012 dedica su Capítulo IX a establecer los requisitos necesarios para que el uso de los productos fitosanitarios, desde su compra hasta su eliminación, no suponga un riesgo para la salud humana ni el medio ambiente. Transporte de productos biocidas, sin perjuicio de lo establecido en la legislación sobre transporte de mercancías peligrosas, el transporte de los productos fitosanitarios con medios propios del titular de la explotación, o en su caso de la persona o empresa que requiera tratamientos con productos fitosanitarios de uso profesional, se realizará de forma que no se puedan producir vertidos. En particular, los envases se trasportarán cerrados, colocados verticalmente y con la apertura hacia la parte superior, se organizará y sujetará la carga correctamente en el medio de transporte y no se utilizarán soportes con astillas o partes cortantes que pudieran dañar los envases. Siempre que existan vías alternativas cercanas, se evitará atravesar cauces de agua con el equipo de tratamiento cargado con la mezcla del producto fitosanitario.
1.6-BUENAS PRÁCTICAS AMBIENTALES.
Las Buenas Prácticas Ambientales son medidas sencillas y útiles que podemos adoptar tanto los trabajadores como las empresas de cara a reducir el impacto ambiental negativo de sus actividades. Son acciones que implican cambios en la organización y, fundamentalmente, en el comportamiento y los hábitos de las personas para disminuir riesgos ambientales, promover el ahorro de recursos y una gestión sostenible de la actividad empresarial. En la mayoría de los casos son cambios simples, de aplicación relativamente sencilla.
Para garantizar que estas prácticas tengan éxito y logren un cambio real es factor imprescindible que todos colaboremos y nos impliquemos. Recíprocamente, nuestra seguridad y salud se ve comprometida en numerosas ocasiones por las condiciones ambientales en las que desarrollamos nuestra actividad laboral. Por ello, la aplicación de buenas prácticas ambientales en nuestros lugares de trabajo nos revierte y beneficia directamente al reducir riesgos laborales y proteger nuestro entorno. La agricultura ecológica, la producción integrada, el control integrado de plagas y la agricultura de conservación son ejemplos claros de buenas prácticas y de conservación del medio ambiente.
1.7-REDUCCIÓN DE LA CONTAMINACIÓN DEL SUELO.
- Realizar una analítica para conocer su tipología.
- Reducir el número de labores, especialmente de labores profundas.
- Se recomienda no quemar los rastrojos.
- Evitar los tratamientos en días de viento.
- Eliminar los envases usados y sus residuos con criterios de protección del medio ambiente y de acuerdo a las normas vigentes.
1.7-REDUCCIÓN DE LA CONTAMINACIÓN DEL AGUA.
- Realizar un análisis previo de la calidad del agua, no regar con aguas sin depurar, y no utilizar aguas salinas.
- Hacer un uso sostenible del agua.
- Aplicar el agua evitando las horas de máxima insolación, con el fin de disminuir las pérdidas por evaporación del agua.
- Mantener en buen estado la red de distribución.
- Evitar derrames de producto en suelos permeables, cauces de ríos, desagües urbanos, etc.